Catolicismo Contemporáneo
Hablemos
un poco del catolicismo contemporáneo para entrar en contexto con lo que viene
a continuación. Es necesario saber cómo surge el catolicismo contemporáneo o por
que se le llama de esa manera. Todo comienza con la revolución inspirada en el
iluminismo.
Esto
se de en la transición de los siglos XVIII-XIX, la sociedad europea entra en el
gran escenario de la transformación impulsada por las revoluciones de la
Ilustración (pensamiento), francesa (social burguesa) e industrial (económica
capitalista). La Ilustración, en el “siglo de las luces” (XVIII), rompe con el
determinismo religioso, imprime fuerza incondicional en la acción crítica de la
razón, cuestiona la obediencia sumisa, organiza el conocimiento criando métodos
de investigación, critica la autoridad y el poder. No ahorraron críticas a la
Iglesia Católica: la brecha social entre el clero alto y bajo, la indiferencia
ante las dificultades del pueblo. La revolución social francesa afectó a todo
el occidente, dejando marcas profundas en el catolicismo. La lucha se basa en
los resultados de la sociedad medieval (clero, nobleza, artesanos) y la
sociedad industrial (burguesía y los trabajadores).
Después que
tuvo fin la revolución francesa el catolicismo se niega a desaparecer, como consecuente
a esto, se restaurarse dando esto estrategias agresivas con la modernidad que
se presentaba pues querían recuperar todo lo que la secularización y la revolución
habían destruido. Benedicto XVI llevó el papado a
los tiempos modernos, su pontificado
fue extremadamente difícil. Cargado de obstáculos, ataques, crisis, escándalos
(pedofilia) y las tensiones en el gobierno de la Curia Romana, el arribismo,
las luchas internas, ante la renuncia Benedicto XVI, y después de votar y ser
elegido en el 2013 a Francisco que es el primer
papa jesuita y latinoamericano (Argentina) en 20 siglos de la Iglesia Católica.
Su nombre es un programa pontificado: la proximidad a los pobres y el
compromiso de renovar la Iglesia.
PRESENTACIÓN DE LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA CATÓLICA
La jerarquía de la iglesia se da de la
siguiente manera:
El papa es el obispo de Roma y, como tal,
recibe la consideración de cabeza visible de la Iglesia católica y cabeza del Colegio
Episcopal, además del título de soberano en
el Estado de la Ciudad del Vaticano.
El cargo de papa es de tipo
electivo, a través de un cónclave,
el papa tiene otros títulos, como santo padre, sumo pontífice, romano
pontífice, pontífice máximo, vicario de Cristo, sucesor de Pedro y siervo de los siervos de Dios. A nivel
internacional, el papa recibe el trato de jefe de Estado y el tratamiento
honorífico y protocolario de su santidad.
Igualmente, es el representante por excelencia de la Santa Sede,
la cual tiene personalidad jurídica propia,
canónica e internacional. Asimismo,
el pontífice posee inmunidad diplomática, es decir, no puede
ser acusado en tribunales, ya que más de 170 países lo reconocen como soberano
del Vaticano.
Los cardenales eclesiástico
son de alto rango de la Iglesia católica, es el más alto título
honorífico que puede conceder el papa. Quienes lo reciben
se convierten en miembros del Colegio cardenalicio y son
"creados" en una ceremonia especial llamada "Consistorio público".
La principal misión del
Colegio de cardenales es elegir al Sumo Pontífice en caso de fallecimiento o
renuncia del anterior. En circunstancias habituales, el deber fundamental del
Colegio cardenalicio es aconsejar al papa. Muchos cardenales gobiernan diócesis o archidiócesis importantes,
presiden los organismos de la Curia Romana y
participan activamente en la administración de la Santa Sede.
Un obispo es un fiel
que recibe el liderazgo de supervisar una congregación, a los pastores o
sacerdotes, según el caso, de un territorio determinado.
La Iglesia católica, la Iglesia
ortodoxa, la Comunión anglicana y algunas
iglesias luteranas afirman que la sucesión apostólica se mantiene mediante
la ordenación de obispos de
forma personal e ininterrumpida desde los tiempos de los apóstoles.
Esto es, los apóstoles ordenaron a obispos, los cuales de forma ininterrumpida
han seguido ordenando nuevos obispos hasta hoy.
El sacerdote es una persona que se dedica con una designación específica a realizar actos de culto en una religión, en ocasiones como intermediario entre los miembros de una comunidad religiosa y la divinidad a la que estos adoren. Se llama «sumo sacerdote» a quien ejerce la máxima autoridad religiosa en algunas confesiones, normalmente como heredero de alguna tradición histórica. En muchas culturas, la casta sacerdotal constituía una clase social dominante, asociada o en ocasiones enfrentada al poder civil.
Un diácono es
considerado un servidor, un clérigo o un ministro eclesiástico, cuyas calificaciones
y funciones muestran variaciones según las distintas ramas del cristianismo.
En las Iglesias católica, copta y ortodoxa se
refiere así a aquel que ha recibido el grado inferior del sacramento del Orden Sagrado por
la imposición de las manos del obispo
y por lo tanto se le considera la imagen sacramental de Cristo servidor,
en virtud de la Sagrada Escritura que especifica: «Porque el Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en
rescate por muchos» (Evangelio de Marcos 10, 45).
El término religiosos se refiere
a los miembros de las órdenes
religiosas mendicantes,
nacidas a partir del siglo XIII, que predican la renuncia a las
riquezas materiales y la acción apostólica y evangelizadora.
En la Iglesia católica y en otras denominaciones
cristianas, un laico también llamado secular es aquel fiel que no es
miembro del clero;
es decir, aquel creyente que no es un clérigo.
Imagen conforme a la jerarquía mediante la medición de una pirámide.
SISTESIS DE SUS PRINCIPALES DOGMAS (basadas en el Credo)
Un dogma es una verdad absoluta, en la cual no debe haber ninguna duda. Ningún dogma, ni siquiera por el Papa o por decisión conciliar puede ser negado. Cualquier católico está obligado a adherir, aceptar y creer en los dogmas de una manera irrevocable.
Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Creencia monoteísta de Dios en tres personas: Padre, hijo y espíritu santo
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
Creencia en que Dios tiene un solo hijo propio, Jesús.
Que concebido por obra y gracia del Espíritu Santo nació de María Virgen
Creencia en que Jesucristo es Dios y hombre a la vez y de haber vivido su vida terrenal libre de pecado.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos al tercer día resucitó de entre los muertos.
Creencia a la resurrección de Cristo
Subió a los cielos
Creencia a la ascendencia del cuerpo y alma a los cielos.
y está a la diestra de Dios Padre desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creencia en que hay un Juicio Final.
Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos.
Creencia a la veneración de los Santos
el perdón de los pecados.
Por medio del bautismo, perdón a los pecados, posterior o antes de la confesión si hay arrepentimiento sincero, el sacerdote en el nombre de Dios, absuelve de todos los pecados en el sacramento de la reconciliación.
La resurrección de la carne y la vida eterna.
Creencia en la vida eterna después de la muerte.
Causas del distanciamiento de los fieles.
Suelen verse en la prensa muy seguido algunos mitos que no tienen ningún apoyo en la realidad. Entre ellos es la repetida idea de que la causa de que la Iglesia pierda fieles son sus posturas morales “anticuadas” o que está “desactualizada”.
Y con ello se refieren a temas como el aborto o el matrimonio homosexual. Sin embargo, las iglesias evangélicas más liberales que se han “modernizado” en este sentido, han perdido más fieles y no parecen recuperarse.
Las posturas de la Iglesia católica en temas de moral sexual no alejan al creyente de la fe, en todo caso generan menos simpatizantes fuera de sus comunidades. De hecho, muchos pensaban que la simpatía hacia el Papa Francisco y su estilo descontracturado iba a traer más fieles y eso no sucedió.
Lo que sucedió es que mucha gente que miraba desde fuera a la Iglesia comenzó a tener más simpatía hacia el catolicismo. Muchos ateos que leen y admiran a Juan Pablo II, a Benedicto y a Francisco, no por eso se hacen católicos. No se convierten a la fe las personas por la simpatía de los pontífices o por una mayor flexibilidad en cuestiones doctrinales, sino por una experiencia espiritual que transforma sus vidas y los lleva asumir la fe y la moral católica con alegría y convicción. Ese es el caso de la cantidad de conversos adultos al catolicismo en diversidad de movimientos católicos en todo el mundo.
Aclarado este punto, podemos tener presente algunas causas del alejamiento de la fe católica de millones de personas, que por diversas razones no podemos abarcar. Pero entre ellas podemos resumir algunas:
La pérdida de relevancia cultural de la tradición religiosa cuyos valores formaban parte de los supuestos culturales de la sociedad y eran aceptados incluso por los no creyentes. Ahora convivimos en una pérdida de la cultural común, con una gran fragmentación de visiones y en medio de un desarrollado relativismo cultural, ético y religioso. La religión ejercía el monopolio del sentido de la vida de mucha gente y ahora el discurso religioso coexiste junto a otros valores y opciones de sentido, incluso a una extendida naturalización del sinsentido. En los países más secularizados, la religión es vista como una realidad privada, individual y limitada al mundo interior. Su influjo social, político y cultural es cada vez más reducido.
La desinstitucionalización de la religión: “creer sin pertenecer” es el lema de individuos que construyen libremente su itinerario espiritual. La distancia entre lo que la “institución prescribe” y lo que las personas deciden vivir y hacer, es cada vez mayor. La religión que se valora es que se experimenta, sin importar demasiado las doctrinas y cada uno cree lo que le parece.
Ateísmo práctico o indiferencia religiosa: Cada vez más jóvenes crecen en un contexto secularizado sin demasiadas referencias a la religión y prescindiendo de ella, con un importante quiebre con la tradición. No se combate a Dios, simplemente no interesa.
Prejuicio anticristiano: Cuando hay interés por la religión suele ser por religiones orientales o novedades esotéricas, pero hacia el cristianismo hay una visión peyorativa, como religión del pasado y como un cúmulo de dogmas y mandamientos. La visión que muchos tienen del cristianismo no es de un itinerario espiritual que transforma la vida, sino de un código de moral perimido. Este fenómeno es alimentado también por la literatura y el cine contemporáneo cargado de prejuicios con respecto a la fe cristiana.
Secularización interna del cristianismo: Cuando la fe se reduce a valores éticos, a un discurso vaciado del Evangelio, la Iglesia se vuelve una ONG renunciando a su propia vocación misionera de transmisión de la fe y se vacía de su originalidad.